12 de agosto de 2010

El pasado siempre acaba volviendo a tí.

Una noche de verano, de esas en las que pasas un calor sofocante que no te deja dormir, en las que te mueves por la cama, y cambias de postura, hasta que al final, te duermes. Te vas a un mundo de sueños, donde la imaginación juega a su modo. Y de repente, te ves tú, ahí pequeñita, en un nuevo mundo que no reconoces muy bien, parece otra ciudad, sí, por que estás en un parque de la ciudad que no es el típico, es más grande que el de la tuya, y empiezas a andar. Ves a gente jugando, personas que leen los libros que más les gustan, parejas demostrándose su amor, y tú andando y explorando el lugar. Y de la nada, aparece alguien, es alto, bastante, tiene el pelo castaño ,como  con melenita, es moreno, de ojos topacio, con una sonrisa blanca que te deslumbra, y un brillo en la mirada cuando te mira que te hace sentir mariposas en el estómago, y te das cuenta, de que ese alguien, te suena de algo, es como si le conocieras, y en mi caso, si que lo conocía, era ese chico que me hacía sentir importante en mi vida, por el único que me había sentido querida y del que hacía mucho tiempo que no sabía. Y vino a mis sueños, compartió conmigo una tarde en el parque, pero el momento de la despedida, fue el peor, empiezas a sentirte mal, sabes que le vas a perder, se te encoge el corazón y llega el momento, en el que abres lo ojos, te despiertas de golpe diciendo lo que le querías decir ante todo; te quiero.

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