3 de enero de 2011

Fin de año.

Comienza el año, brindemos con cava, despidamos el antiguo y esperemos que todo mejore, ¿Para qué? Si sabemos que solo mejorará aquello por lo que estemos dispuestos a luchar. Llegamos al cotillón, todos juntos. Ángel y yo empezamos. Ron con limón. Y casi de trago, Vamos a por el segundo. Gonzalo. Le veo, y está genial, pero no es mío. Se pierde entre la gente. Otro, y otro más. Idas y venidas, bailes y sonrisas, pequeñas provocaciones y le veo de nuevo, bailando con sus amigos. Está perfecto. Me acerco por la espalda, como una vulgar ladrona, pero me marcho. No me pertenece. Alguien me tira de la manga.
-No saludes, ¿Eh?
Es el, y está perfecto, pero no sé a qué ha venido.
Aunque sí sé lo que ocultan sus ojos mientras charlamos. Es curioso como la música hace casi susurrar al oído. La gente se abarrota y la conversación se acalora, miradas que se cruzan, sonrisas que delatan, caricias que llegan a matar. Despedidas, y volvemos a la barra cada uno a lo suyo.
Dos más de ron, gracias. Le veo de nuevo, apoyado en una columna. Esta vez soy yo la que se acerca. Otra vez las mismas reacciones, bebiendo más miradas que alcohol. Dejando que la música nos taladre. La noche torna a su fin, Largas colas para recoger abrigos, caras conocidas y otras que no lo son tanto. Gente que busca encontrar el amor en la última copa que sirven... Por mi parte, no lo necesito. Está allí, de nuevo solo, triste y pensativo, sobre una de las paredes de la primera sala, y aún con ese aire taciturno, está genial. Pero no es mío, o eso se empeña en decir...


1 comentario:

  1. Si usas mis textos, por lo menos podrías citar al autor, es solo una sugerencia pero vamos...

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